Una viuda caliente en busca de sexo

Mi vida está llena de problemas, pese a ello, no imaginé que mi situación me llevaría a convertirme en una viuda caliente. 

La muerte de mi marido trajo muchas consecuencias en mi vida. Tuve que empezar a trabajar y al mismo tiempo seguir cumpliendo con mis labores como madre y ama de casa. Esto era tan abrumador que no tenía tiempo para mí y ni hablar de tener tiempo para temas sexuales. 

Todas las noches me enfrentaba con mi cama vacía. Extrañaba mucho a mi marido, solíamos follar cada vez que teníamos un tiempo a solas y no había noche en que no tuviera mi dosis de sexo. 

Desde su muerte no he tenido sexo, sino un par de veces. Sí, no me juzgues, mi esposo murió, pero eso no me impide ser una viuda caliente. 

Estos encuentros han sido ocasionales. La primera vez fue con el cartero, él me metió su polla (era muy pequeña por cierto) y la verdad, para mí esto no cuenta, porque no pude sentir nada de placer. En la segunda ocasión pude hacerlo con el vecino. No estuvo mal, pero mi falta de tiempo e interés lo hicieron alejarse y no quiso volver a follar conmigo. 

La rutina de una viuda caliente 

Por supuesto, mis deseos sexuales no habían dejado de existir, pero por mis ocupaciones no tenía tiempo para relaciones. Así que, la mejor solución que encontré fue comprar algunos dildos y otros juguetes que encontré en una tienda sexual que me quedaba de camino a casa después del trabajo. 

Cada noche intentaba relajarme y saciar mi lujuria conmigo misma. Cerraba la puerta con seguro para que los niños no pudieran entrar. Me desnudaba y luego iba a la tina para sumergirme en agua delicadamente perfumada y jabonosa. 

Con mis ojos cerrados me recostaba sobre el costado de la tina. Imaginaba que mi esposo todavía estaba conmigo y que llegaba para darme todo el placer que solo él sabía darme. 

En medio de recuerdos y de un poco ficción, mi vagina comenzaba a humedecerse y mis pezones se erguían como esperando a que alguien viniera a succionarlos. Entonces, aprovechando la suavidad que le daba el jabón a mi piel usaba mis dedos para frotarme el clítoris. 

Obviamente, no alcanzaba en grosor y longitud al pene de mi difunto marido. Por lo cual, tomaba la ducha de mano y la introducía en mi vagina una y otra vez. Abría mis piernas, haciendo que colgaran afuera de cada lado de la bañera. Después arqueaba la cadera para que el objeto llegara a mayor profundidad. Realmente era una viuda caliente. 

Una viuda caliente que quiere diversión 

La ducha de mano entraba y salía de mi vagina que estaba sumergida en el agua, hasta que el placer me hiciera explotar en un orgasmo. Entonces, quedaba allí, suspendida en el agua, inerte, tratando de alcanzar las nubes a las que mi difunto esposo me elevaba. 

Después de la nada, rompía en llanto. Además de ser una viuda caliente, también me había convertido en una mujer frustrada. Sin un pene que me follara y sin poder alcanzar un orgasmo en su máxima expresión. Estaba tan acostumbrada al toque masculino, que mis dedos no eran suficientes para lograr placer real. 

Esta había sido mi rutina de vida hasta hace unas semanas, cuando decidí que no podía continuar así. Por lo cual, me vestí muy sexi el sábado por la noche, use un maquillaje lindo y pagué a una niñera. Era momento de pensar en mí, de divertirme y conocer hombres. Mi marido había muerto, pero yo seguía viva y nada se había paralizado para mí, el tiempo seguía corriendo y lo estaba desperdiciando ¡Esta viuda caliente quiere mucho sexo! Viuda Caliente

Fui una viuda caliente follada por un desconocido 

Manejé sin saber a dónde ir y llegué hasta una de las discotecas más concurridas de la ciudad. No tardé en llamar la atención de varios chicos. Yo todavía soy una mujer joven y atractiva. 

Bebí un trago tras otro y hablé con mucha gente desconocida. También salí a la pista de baile en varias ocasiones. 

Al final de la noche, estaba conduciendo mi auto, pero no iba camino a casa, sino a un motel. Había logrado conquistar a un hombre de mi edad, y pues, íbamos a lo nuestro. 

Llegamos al motel y desde que bajamos del auto todo fue besos y pasión. Yo estaba derrochando lujuria, y no es para menos, hacía mucho tiempo que no me sentía tan viva. 

Camino a la habitación, este hombre seguía besándome. Introducía su lengua por mi boca y metía su mano por debajo de mi vestido para acariciar en medio de mis piernas. 

Mi vagina estaba demasiado húmeda, podría jurar que de no ser por la ropa interior mis fluidos estuvieran goteando por todo el lugar. 

El hombre era mi salvaje. Cuando llegamos a la habitación me empujó con fuerza sobre la cama, luego se abalanzó sobre mi desnudándome con sus dientes. 

Veamos qué tan húmedo está ese coño de mi viuda caliente. Me dijo mientras plantó sus labios carnosos sobre los míos ¡Hace tanto que no tenía esa sensación!

Soy una viuda caliente cogida por un desconocido 

Este hombre empleó su lengua con gran habilidad para crear corrientes de placer que iban de mi vagina a todo mi cuerpo. Yo estaba a punto de explotar, el contacto de piel con piel era algo tan excitante que no pude evitar que un orgasmo surgiera apenas unos segundos después de él iniciara el oral. 

Él se levantó y me acerqué a su polla para abrir la cremallera del pantalón y exponerla. Me sorprendí porque era una polla de al menos 18 o 20 centímetros y eso me hizo excitar más. 

¿Te gusta lo que estás viendo mi querida viuda caliente? Me dijo muy orgulloso de su tan dotado paquete. 

No respondí, solo me acerqué al pene y lo introduje en mi boca. Me esforcé para que llegara a mi garganta, luego la saqué lentamente para succionar el líquido que se había formado en la punta. Poco a poco aumenté la intensidad de la fricción, hasta que literalmente el hombre me estaba follando por la boca. Subí la mirada y él tenía los ojos cerrados, el ceño fruncido y gemía con la boca abierta. 

Lo quería adentro de mí. Terminé mi trabajo con la boca y me subí sobre sus caderas. Introduje su pene en mi vagina y lo, use como una silla de montar. Con cada empuje ambos estábamos gimiendo cada vez más. Después de unos minutos, otro orgasmo, pero más estremecedor sucedió dentro de mí. Por supuesto, no paré enseguida, mantuve los movimientos hasta que saqué toda la leche de su pene. 

Esa fue mi mejor noche de viuda caliente, desde entonces de vez en cuando saldo para buscar más diversión.