Perdí mi virginidad con Enrique | Parte II

«Kimberly”. –“¿Enrique? ¡Enrique!» creí golpearlo «¡Me asustaste!»

Se arrodilló al lado de mi cama, sus manos aún bajo mi cuerpo, fue a mi pecho, solo llevaba puesta mi toalla pero aun así podía sentir su tacto.

«Te deseo» susurró. Negué con la cabeza. «na ah, no. No podemos. Por favor».

Perdí mi virginidad con Enrique

Bajó sus labios hasta los míos y me besó sin sentido, me hundió la boca hasta que grité «¡Enrique! mi tía!»

«Ella no está aquí. Está en el club del pueblo, y sabes que está allí. ¿No quieres esto?»

Negué con la cabeza «no». «Mentiroso».

Entonces en un instante me había quitado la toalla y me estaba chupando los pechos. No podía detenerlo y no lo haría aunque pudiera. «Dios, eres preciosa, y además hueles bien. He deseado esto durante tanto tiempo». Chupó y lamió mis pechos, mientras yo estaba tumbada mirándole. «Tócame Kimberly», dijo. «Tócame» Mordisqueé sus orejas mientras él tomaba mis pechos.

Subí sobre él

Subí sobre él y comenzó a explorar mi cuerpo, «hermoso…” Susurraba cada vez que llegaba a alguna parte. Entonces se me echó encima y empezó a chupar, yo lloraba y le rogaba que no bajara ahí pero él me metió el dedo, y fue a por mí punto G.

Trabajó furiosamente y no paró aunque llegué al clímax tres veces. Volvió a lamerme mis jugos y a follarme con los dedos al mismo tiempo, llegué al clímax cinco veces esa noche y me dolía tanto el coño con las piernas que en cuanto terminó no pude levantarme en varios minutos, pero él no había terminado, fue a por mi boca y me besó, me saboreé en él y por alguna razón eso me volvió loca.

Le cogí la cabeza y le devolví el beso, haciéndole saber que yo también podía dar igual de bien. Se levantó y se quitó la camisa, luego los pantalones, cuando vi sus 21 centímetros jadeé en voz alta.

«Enrique, no puedo aguantarlo todo».

«Sí que puedes». Me dijo.

«No, yo…»

Me metió dos dedos hasta dejarme húmeda y resbaladiza. Antes de que pudiera gritar, me tapó la boca con la suya y me agarró los pechos con las manos para que no sintiera demasiado dolor. El dolor no duró mucho, entonces empezó a mecerse encima de mí. Me moví a su movimiento pero él me detuvo, «¿Por qué? yo quiero».

Perdí mi virginidad con Enrique

«Ahora no», susurró. «Ahora quiero llevarte a las alturas». Entraba y salía muy despacio mientras me chupaba los pechos. «Más rápido» grité «más rápido». Pero él se movía a la misma velocidad, así durante 10 minutos, mientras todo este tiempo yo me volvía loca porque no podía correrme.

Empezó a moverse más rápido

De repente empezó a moverse más rápido, y a golpear mi vientre, grité mientras empujaba pero seguía, podía sentir como se hacía grande dentro de mí y sabía que moriría si no se corría ahora, su empuje se hizo demasiado y gritaba su nombre una y otra vez. «Córrete conmigo». Él dijo. Entonces me tensé, y lo sentí vibrar en mí, entonces él explotó en mí.

Un segundo después llegué al clímax. Los dos gritamos, todo a mí alrededor estaba caliente y sudábamos como cerdos enloquecidos por el sexo. Luego se me echó encima y me limpió todo su semen, llevándome a otro clímax. Me besó de nuevo y esta vez también probé su semen.

«Oh Dios, Enrique, eres increíble» le dije.

«No, tú lo eres»

«No, no lo soy» Le dije. «Sí lo eras, lo eres, y lo sabes». Me besó una vez más, luego se levantó y se puso los pantalones, aparté la mirada sabiendo que ya me había dejado. Pero quería actuar como si esto fuera algo que siempre había deseado y no me importaba que fuera él quien me desvirgara.

«Mira», dije, «no le contaré a nadie lo que pasó. Quiero decir, ¿Por qué querría hacerlo? Esto era algo que ambos queríamos ¿Verdad? Iré a por una pastilla para no quedarme embarazada. Y nadie tendrá que saberlo.”

«Kimberly, ¿Qué estás haciendo?», comenzó.

«Dije que no se lo diría a nadie, ¿Vale? Grité «¡Sólo vete! No soy como esas otras chicas que te gustan. Que lloran y lloriquean cuando las dejas. ¡¡Ahora vete!!”

Salió por la ventana y me miró interrogante.

Lloré toda la noche. No sólo había perdido mi virginidad, sino que se la había dado a ese bastardo sin corazón, a quien probablemente ni siquiera le importaría.