Decidí entregarme al mensajero

Entonces, tengo 19 años, mi nombre es Lorena y soy estudiante de primer año de medicina en la universidad. Llegué a la ciudad donde se encuentra la universidad desde un pequeño pueblo de nuestro país. Algo muy loco porque aunque era una chica seria y recatada, esa decisión terminaría llevándome a entregarme al mensajero

Poco antes de iniciar sus estudios, mi novio se fue al ejército, y bastante lejos. Como no quería vivir en una residencia con otros estudiantes, comencé a alquilar un apartamento. El apartamento estaba a diez minutos caminando de la universidad, lo que me hacía feliz porque podía pararme tarde sin tener que andar con prisa para llegar a tiempo.

Pero primero que nada me describiré: soy una morena esbelta, de ojos verdes, pechos pequeños, 160 cm de altura, nunca me consideré hermosa, pero tampoco me considero fea.

Adicta al sexo y a la masturbación

Desde que Víctor (mi novio que me quitó la virginidad) entró al ejército, vivía sin sexo. Y como me encanta mucho el sexo, vivo masturbandome casi todos los días.

Ese día, como de costumbre, después de bañarme por la noche, me acosté en la cama, encendí el porno y comencé a tocar mi clítoris, a complacerme yo misma…

En la pantalla, el chico tenía una chica en el probador, me excitó y me masturbé con gusto, pero de repente escuché una llamada en la puerta. Esto me alarmó, obviamente no tenía invitados ni esperaba a nadie. Me puse una bata corta y abrí la puerta.

De pie en la puerta había un chico que parecía un poco mayor que yo. Alto, por no decir tan guapo, pero no era feo, era digamos que simpático.

Mirando a mi alrededor, y claramente complacido con mi apariencia (por supuesto, una bata con un escote pronunciado y piernas casi abiertas), dijo: «Aquí hay una citación para tal y tal cosa»… El ciudadano que debía recibir la citación era un hombre que me alquiló un apartamento.

Era un viejo dueño de varios apartamentos. Vivía de los ingresos de ellos. Dije que no era para mí. No sé porque, pero el tipo me preguntó si podía pasar, le dije que sí… (Aún no sé porque lo hice, tal vez por la falta que me hacía el sexo o por andar pensando en seguir masturbándome, no lo sé) Me pidió agua y le dije que pasara.

Sacando la puta oculta en mí

Se paró en el pasillo muy tímidamente. Le pregunté si tenía frío y le ofrecí beber té. Nos sentamos, saqué dulces, serví té caliente …

Tomamos té, me dijo que era estudiante en una universidad financiera, trabajaba como mensajero en la corte, le conté sobre mí.

Charlamos sobre esto y aquello, y ahora Daniel (así se llama) dijo «eres tan sexy, es difícil para mí superar tu belleza»… Me incliné hacia su rostro y lo besé en silencio… después de lo cual le susurré «No debes excederte conmigo»… Me excito con todo, toda esta situación me tenía muy excitada y con la falta de sexo que tenía… si, decidí entregarme a el primero que se me cruzó, creo que corrió con suerte.

Daniel me tomó en sus brazos y me llevó a mi habitación…

Decidí entregarme al mensajero y me cogió super rico

Levantando un poco mi bata, pasó su lengua por mis piernas y comenzó a acariciar mi coño… Lo hizo bien… se sentía muy rico… habiendo lamido un poco, dijo «tu turno»… Desabroché sus jeans, saqué el pene de sus calzoncillos y comencé a acariciarlo…

El pene era modesto: 14-15 centímetros, pero me excito demasiado tenerlo en mi mano y luego en mi boca, realmente necesitaba mamar un pene… Habiendo lamido los testículos y la cabeza, comencé a chuparlo…

Metiéndomelo por completo hasta la garganta, luego la cabeza, luego solo lamiéndola… Dijo que no podía más… Me quitó la bata y me penetró…

Solo pensé “Oh sí… He estado esperando esto por mucho tiempo…”

Me folló con fuerza… Besando mi cara, labios, cuello, pecho… tomó mi culo con sus manos, agarrándolo hasta que empezó a darme nalgadas, muy ricas y duras, de modo que me dejó moretones.

Entonces Daniel me puso de perrito y empezó a follarme así…

Me estaba cogiendo en 4, sin ninguna compasión, me daba muy duro mientras me nalgueaba y jalaba el cabello.

Acabé soltando todos mis jugos vaginales en su pene, grité como una loca sintiendo cada espasmo dentro de mí…

Oyendo solo su «qué caliente… que rica mujer… mmmmm …»

No quería dejar de coger, me volví una adicta al sexo

Luego solo pude tirarme a la cama, y ahí fue cuando el comenzó a penetrarme desde arriba de mi… luego me puso de lado, de costado… Fue una dicha, tenía ganas de coger, pero no pensé que me cogería tan rico… follamos durante casi una hora…

Después de volver a acabar y tener otras dulces convulsiones en mi cuerpo, ya no sentí nada, entendí que estaba sobre mí y me estaba follando de manera salvaje… Fue una excitación y un morbo muy rico… Le rasgue la espalda… Le lamí las orejas y el cuello…

Hasta que sacó su pene y terminó en mi cara y mi boca. Fue muy rico chuparlo luego de acabar y limpiar toda la leche que había quedado en el.

Agotados, nos quedamos dormidos… Nos despertamos ya tarde en la noche. Me lavé. Dijo «Es hora de que llame un taxi, es demasiado tarde»… Le dije que se quedara… Y otra vez…

Fuimos a la ducha… Me folló en la ducha… Jugó con mi clítoris… Oh sí, era genial en el sexo…

Nunca había experimentado tanto placer… Después de ser follada, nos acostamos… Por la mañana me desperté, tenía que ir a clases, pero no sin antes despertarlo con una mamada, y por primera vez en mi vida tragándome toda la leche, sin dejar escapar una gota, le di un desayuno ligero y corrimos a la universidad, intercambiando teléfonos.

En el umbral preguntó «¿Cómo te llamas entonces?»… Dije «Lorena»… Sí, en ese momento me sentí una mujer puta, pero una puta muy feliz.

Y desde hace dos meses, varias veces a la semana, mi dulce amante viene a mí casi a diario a cogerme, y a darme su leche.